"Joder, no tenía que haberle hecho caso al viejo...bueno, al menos en la ventana hay luz", pensó mientras se acercaba al edificio y miraba el piso que le habían indicado.
Decidió darse prisa para acabar aquello lo antes posible; sólo debería subir las escaleras que llevan al piso, abrir la puerta y todo habría terminado. Allí estaba lo que andaba buscando.
Aprovechando el calzado de goma que llevaba, subió corriendo las escaleras sin que se le oyera.
"Aquí es, veamos que se oye dentro".
Se acercó a la puerta a ver que oía dentro.
Efectivamente, murmuraban entre ellos, tal y como había asegurado el anciano. Me quedaba poco tiempo si quería que todo saliera bien.
La puerta, que estaba ligeramente entornada, dejaba salir un hilillo de luz desde el interior del piso. La empujé debilmente, entonces pude verlos.
Eran pequeños, del tamaño de un niño de 7 años más o menos, y les cubría zona superior del cuerpo una especie de objeto esférico de color oscuro.
Me temblaban las piernas. Pero debía recuperarlo, en caso contrario se cumpliría aquello que nos contó el viejo.
"El 22 de diciembre de 2012, todo acabará... será el fin del juego de la vida. Pero todo juego, tiene sus trucos..." había mencionado el viejo, mientras contemplaba un Felis Silvestris Catus de color negro azabache caminando entre los callejones donde la oscuridad crecía con el miedo de quien los observaba.
Los seres que había contemplado en la habitación, habían cambiado de ésta, dirigiéndose a otro lugar del piso. Tras varios minutos de asimilación al ver semejantes seres, pude fijarme en el interior del piso. La sala contenía un ambiente que me provocaba escalofríos, pero en cuanto a la decoración, era la de un piso normal y corriente, poco habitado. Tras examinar un poco la habitación, pude ver que habían unos papeles, algo arrugados, colocados sobre una mesa depositada a la derecha de la entrada.
Me adentré inmediatamente tratando en todo momento de no hacer ruido, pero al llegar hacia la mesa, habia tropezado con un instrumento que sostenía una especie de soldador. Había provocado el ruido suficiente como para alertar a los seres. No obstante, cogí los papeles y salí corriendo. Me sentía perseguido, sentía que mi corazón se aceleraba cada vez más. Tras esa sensación, al parecer, me había desmayado en la tercera planta. Cuando desperté, me encontraba en el hospital.
Eran las 5 de la tarde cuando me desperté aturdido en aquella habitacíon del hospital, estaba algo mareado por el golpe en la cabeza pero muy consciente de todo lo que había pasado.
Me encontraba solo. Miré a mi derecha, y ahi, en la mesilla de noche habia un sobre de color rojo. Alzé la mano y lo cogí. En el centro había un sello algo extraño, era una estrella de 5 puntas y en su centro dos letras griegas: alfa y omega. Como iconógrafo que soy supe que eran la primera y la última letra del alfabeto griego. Sin mas preámbulos, abrí el sobre y en su interior había una pequeña nota que decía: "Señor Landong tenemos los papeles". En ese momento me vinieron miles de preguntas a la vez: ¿quiénes son ellos?, ¿cuál es su misión?, ¿Quién me ha traído hasta el hospital?...No encontraba las respuestas.
Me quité el suero como pude y me até un trozo de tela para parar la sangre. Con las fuerzas que pude me lebanté y me vestí; cuando me dirigía hacia la puerta para irme de ese hospital entró una mujer (enfermera según su indumentaria), era morena, de pelo largo y liso, de un abelleza impactante. Casi chocamos, me asusté y pensé: "ya no podré salir de aquí". Ella solo me miró fijamente y me dijo: "Se perfectamente quién es usted y quién le ha traído aquí; conozco la historia. No diga nada. Sólo sígame y confíe en mí". En ese momento supe que de enfermera tenía poco, e hize lo que me dijo: la seguí.
La situación empeoraba por momentos , ¿ realmente estaba en un hospital ?
Aquellos pasillos eran demasiado estrechos para ser de un hospital , no había movimiento , un par de personas vestidos con bata blanca , ni enfermos , ni camillas ... nada de nada ... donde quiera que estuviese es seguro que no era un hospital.
Después de un buen rato de andar llegamos a un ascensor , lo guardaban dos hombres corpulentos , bien vestidos y con gafas de sol ... estaba convencido , tenía que salir de allí lo antes posible o quizás no lo haría nunca.
Montamos en el ascensor y al salir la mujer me dijo :
- La puerta del fondo , allí encontrarás las respuestas a tus dudas.
Comencé a caminar hacia la puerta dubidativo , no podía dar la vuelta ... aquellos hombres no me dejarían salir y tampoco sabía que podía encontrar en las otras puertas ... al final del pasillo , ante la puerta , me quedé parado unos segundos antes de...
empujarla, casi con los ojos cerrados... No quería sufrir la sorpresa. Pero nunca los cierras cuando la curiosidad se apodera de mucho más que ellos... Al abrirla lentamente pude oler ésa extraña y conocida mezcla... La que hacía el viejo para espantar a los cónoles. Me costó recordarlo... Pero ya saben como es la memoria olfativa... La sala estaba a plena luz artificial, exactamente como debería ser un quirófano... solo que el instrumental era un tanto más desconocido. Avancé hacia la mesada de acero y junto a ella, una puerta anunciaba la presencia. No eran voces claras, era un gran murmullo, casi una letanía... No había mas personas que yo en la sala. Decidí ir por mis respuestas... Tomé el manijón, pero la puerta no cedió, aunque el silencio que provoqué, ahora sí puedo decirlo, me sofocó... Pensé en la enfermera negra e insistí...
una...dos...tres veces pero la puerta no cedía...de pronto oí unos pasos que se acercaban.
Estaban abriendo la puerta por el otro lado...a cada milésima de segundo que pasaba, el corazón se me aceleraba más.
Un tipo con la sonrisa más cinica que se puede imaginar me miró y me dijo:"Es de mala educación no llamar a la puerta antes de intentar entrar".
De pronto me encontré frente a 7 individuos. Los hombres ganaban a las mujeres en una proporción de 5 contra 2; una lástima, ya de estar una situación tan extrema, al menos hubiera sido agradable alegrar la vista.
"Veo que ya se ha despertado...espero que haya descansado bien, nos gusta que nuestros invitados descansen...algunos incluso hace mucho tiempo que se quedaron a descansar en estas instalaciones" dijo uno de los tipos que me observaban. Traté de reconocer a alguno pero mi mente no devolvía ninguna respuesta afirmativa.
"Vayamos al grano", dijo una de las féminas. "Le hemos traido aquí porque estamos al tanto de sus investigaciones y eso puede ayudar a nuestros intereses"
¿Cómo sabían aquello. Quienes eran?, pensé mientras trataba de no parecer nervioso. "No se de que me hablan", tal vez el farol colara.
De pronto un dolor me recorrió toda la médula espinal hasta la nuca, un dolor irresistible. Las piernas me fallaron y caí al suelo como si fuera una muñeca de trapo a la que tiran sobre una cama.
"Me temo que no es usted un caballero, señor Landong, no se le debe mentir a una dama" continuó diciendo esa mujer, "ah, por cierto, nos hemos tomado la libertad de introducirle un pequeño dispositivo en su espalda...no, no se preocupe, su única labor es controlar que usted no vaya contra nuestros intereses. En el mundo de las Altas Finanzas, todos debemos remar hacia un mismo sentido"
"Ha recuperado usted unos papeles muy importantes, seguro que no le importará que los guardemos nosotros" oí decir aún aturdido por el dolor, ya sin saber quien hablaba. "Pero hay algo desconcertante en dichas hojas, algo que ninguno esperábamos hallar y que quizás usted entienda".
Entonces los volví a ver, los había tenido un instante en mis manos, pero no había sido suficiente tiempo como para darme cuenta de que una de las hojas brillaba..."No es el resplandor lo que nos preocupa, mire su contenido". Al tenerla en mis manos su luz se intensifico, pero el contenido…
“¿Conoce usted esos símbolos señor Landong?” ¿Símbolos? “Díganos si es algún antiguo idioma” ¿Idioma? No entendía nada y no veía nada. La hoja estaba en blanco.
Sin embargo a mi alrededor, algunos que se habían acercado, la señalaban y me preguntaban, mientras yo estaba paralizado porque al parecer yo si que veía algo que ellos no. El resplandor de la hoja estaba creciendo absorbiendo poco a poco toda la habitación hasta que…
sin poder resistir tal intensidad, de brillo y de dolor... Arrugué la hoja con una sola mano. Las caras de los siete se desfiguró, la sonrisa ya no era más que la máscara del miedo, más diría, de la decepción. Algunos se taparon los ojos, la boca, se tomaron de las manos... se alejaron en círculo de mí y del papel abollado.
"Lo arruinó todo..." Murmuró la más rubia, mientras el de la sonrisa atinaba a quitarme el escrito. "Landong, usted sí que no sabe lo que hace... Acaso no sabe lo que ésto será para el mundo? Acaso no dimensiona cuánto poder tiene en sus manos? Y lo abolla como basura!!! Lo creíamos más inteligente... Usted que pudo recomponer los manuscritos escónicos, que pudo sentar las bases del alfabeto partódico, que hizo que los núcleos cayeran por más de dos horas!!! Usted es un verdadero imbécil!"
No podía entender que buscaban de mí, pero era seguro que no parararía de probar métodos hasta sacarlo o sacarme. Y cómo sabían lo de los núcleos??? Nada me importaba ya, no servía una explicación coherente. Nunca las he buscado, menos ahora. Solo pensaba en la profecía. "Está bien, haré lo posible... necesito elementos..." Dije con la seguridad de recibir otra descarga en mi espina... "Tendrá lo que necesite, nada menos" Aseguró el más joven "Y yo mismo, Sigso, seré quién le asista... para evitar... distracciones, usted entiende, verdad?"
Asentí. Me llevaron nuevamente por el pasillo hacia una de las puertas laterales. La habitación sin ventanas, la puerta con una abertura pequeña, mayor que un buzón en la parte baja, una mesa, un banco doble, un catre con manta, un lavabo y un tarro. "Buen sitio" Pensé... Detrás de la mesa, todos los dispositivos para la conexión de los aparatos. "Traigan los fragmentadores, el amplex y la carpa mástica..." Sigso tenía la autoridad sobre éste sector, tres de los tipos le obedecieron rápidamente. El joven sonrió al verlos partir y giró para contemplarme. El de la sonrisa recorría el lugar. La rubia tenía los papeles en la mano, y me miraba con furia... Bonita sonrisa le regalé. No había más que perder. La hoja arrugada seguía en mi mano derecha...
Entonces, lo sentí... sentí su presencia.
Era grande, como lo había visto con anterioridad, no necesitaba verlo para saber que era asi.
De repente, las puertas de la sala se abrieron con un fuerte golpe y apareció. Cuando me vine a dar cuenta, todos los individuos que estaban conmigo ya se habían escapado.
Estaban igual que yo, muertos de miedo. No tenían el suficiente valor como para enfrentarse a el.
De buena gana hubiese escapado yo también, pero apenas tenía fuerzas para moverme ya, cuando su sombra me tapaba la cara y pude ver una vez más, como en mis pesadillas, la inscripción en el torso del terrorifico ser. Era la hora.
Pero comencemos desde un principio, hace 2 meses.
Me llamo Oscar Landong, soy iconógrafo y trabajo en la universidad de
Niza. Estudio el arte paleocristiano desde que tuve que dejar Italia por motivos económicos.
El caso es que ese día, 24 de marzo de 2006, recibí una llamada de mi amigo Martín. Ahi comenzó todo.
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